viernes, 5 de diciembre de 2008

Entrevista a José Luís Peixoto: "Los recuerdos son una resistencia ante el paso del tiempo y la muerte"

Mateo de Paz: ¿Qué lector busca Peixoto?

José Luís Peixoto: Tengo muchas dificultades para contestar esta pregunta porque encuentro muchos lectores distintos de mi obra. Mientras escribo, mi intención es escribir de una forma que pueda ser leído por todos y que al mismo tiempo mi obra pueda tener diversos niveles de lectura. Así, una persona que busque una lectura más recreativa que otra puede encontrar algo en la novela, pero también alguien que tenga voluntad de sumergirse en el texto para buscar otras cosas más profundas que la pura diversión pueda también encontrarlas. Me resulta muy difícil imponer quién puede o no puede leer mis libros. Yo tengo que seguir escribiendo y no me gusta tener estos temas en la cabeza mientras escribo.

MDP: ¿Crees que la idea del lector está implícita en el texto?

(Fotografía: José Luís Peixoto en el CBA. Colección propia.)

JLP: Pienso que sí. La idea del lector está implícita mientras se escribe. Cuando escribí Cementerio de pianos, por ejemplo, sabía que la iba a publicar. Entonces escribía de una forma porque era consciente de que iba a encontrar otras miradas en el texto. Después de que los libros son publicados los lectores no pueden controlarse. Nunca imaginé, Mateo, que ibas a leerlo tú y que encima íbamos a encontrarnos aquí en Madrid. La idea del lector, como digo, está implícita porque si escribiera solamente para mí sería suficiente con escribir cosas que solamente me interesaran a mí, que hablaran de mí. Esto, sin embargo, no es literatura, sino algo incomprensible. En esta profesión no se trata de escribir para un lector, por supuesto, pero tampoco se trata de imaginar que el lector no existe. Hay que buscar un término medio.

MDP: ¿Cementerio de pianos es la novela que a ti te hubiera gustado leer?

JLP: Sí, claro, por supuesto que sí. El primer lector es siempre el autor de la obra, aunque sea algún otro dentro del autor. En Portugal tenemos una referencia muy clara en Fernando Pessoa, que escribió un montón de obras con muchos nombres distintos, y que nos enseñó que cada persona es un mundo y el autor tiene que estar en ligazón con la multiplicidad de personas que habitan dentro de sí. Una de ellas es también el lector para quien uno escribe.

MDP: Después de haber escrito Cementerio de pianos y de haberla leído por primera vez hasta el final, ¿habrías cambiado alguna cosa?

JLP: Sí, siempre. Hasta que es publicado un libro, sigo cambiando muchas cosas. Este libro en particular es un libro donde regresé atrás muchísimas veces: lo escribí, lo leí, lo volví a escribir y a borrar y a volver escribir muchísimas veces. Eso sí, intenté que todo este trabajo no se notara en la lectura final.

MDP: Los críticos han señalado que tus influencias son Rulfo y Faulkner. ¿Aceptas a estos padres como modelos?

JLP: No estoy seguro de que ellos sean mis modelos. A Rulfo lo conocí después de publicar mi primera novela, Nadie nos mira. Y Cementerio de pianos es mi tercera novela. Entonces ya hablaban de la influencia sobre mí de Juan Rulfo. Aunque no era muy conocido, en Portugal había muy malas traducciones. A raíz de estas similitudes tuve curiosidad de conocerlo y fue entonces que encontré un autor que en verdad tenía mucho que ver con el lenguaje y el universo que yo utilizo. Sin embargo, jamás lo he tomado como modelo. Mis referencias, si bien no tengo la angustia de la influencia, como hablaba Barthes, son otras, y necesarias. Todos tenemos padre y madre. Todos venimos de algún lugar. Si yo nunca hubiera leído probablemente ahora mismo me dedicaría a otra cosa. Empecé a escribir porque antes de escritor fui lector.

MDP: Y ¿cuáles son esas influencias?

JLP: Faulkner, sin duda. Lo conocí sin que me hablaran de él por mis libros. Pero curiosamente creo que lo que más me llamó a la escritura fue la poesía portuguesa: Fernando Pessoa y sus diversos heterónimos, Ruy Belo y Herberto Hélder. A estos poetas, si tengo una novela en curso, los leo por las mañanas antes de ponerme a escribir para llenarme de palabras porque cuando despierto me encuentro vacío. Así que todo cuanto leo me influye. Incluso los autores con los que no concuerdo, aquellos que me hacen girar estéticamente hacia otro lado, también me influyen.

MDP: ¿De qué trata esta novela? ¿Del tiempo? ¿De los recuerdos? ¿De la muerte?

JLP: Creo que todos estos temas son el mismo tema. Los recuerdos son una resistencia ante el paso del tiempo y la muerte. En segundo lugar, la cuestión del tiempo y de la muerte es la misma cosa. Finalmente, el tiempo es una sucesión de finales que son al mismo tiempo principio de algo. El pasado es el inicio del presente y el presente es el fin del futuro. El tiempo es importantísimo en Cementerio de pianos, o lo que me parece que define mejor Cementerio de pianos porque el tiempo es una preocupación intensa mientras se escribe. En la novela, por un lado está el corredor Francisco Lázaro en una situación en que el tiempo de la carrera parece detenerse; luego está el tiempo en la vida de los demás personajes, sus distintas edades como padres, hijos, niños, ancianos... El tiempo es una página en blanco donde escribir la vida.

MDP: Yo veo tres clases de tiempos en la novela: el tiempo circular, el cronológico y el fragmentado.

JLP: ¿En la novela?

MDP: O incluso en la vida de los personajes.

JLP: Bueno, sí, mirándolo así, sí. El tiempo circular es el único efecto posible en la escritura para crear la idea de eternidad. Lo circular es la forma de representación de la eternidad porque lo eterno no es posible representarlo de otra manera que no sea la escritura. Incluso no es posible para nosotros imaginarlo efectivamente. La fragmentación de la novela también aparece por una tentativa o por una decisión de causar impresión en el lector, más que generar una explicación temporal muy precisa. Ésta podría ser una tentativa de reproducir la memoria, porque es fragmentada, no exacta. La memoria exacta es la memoria literaria.

MDP: ¿Y el cronológico? ¿Sería la reconstrucción que hace el lector del tiempo fragmentado?

JLP: Exacto, sí. Estaría muy bien sistematizado de esa manera: el tiempo fragmentado sería el del recuerdo; el tiempo cronológico sería el de la muerte; y el tiempo circular sería el temporal, más explícito.

MDP: En esta novela, los recuerdos de los hijos hacen revivir a los padres y todo se acaba repitiendo a pesar de la muerte.

JLP: Es una idea que está desde el inicio de la novela, en el propio hecho del breve capitulo primero donde muere el personaje principal, un narrador importante. Pero también, al mismo tiempo que él muere, nace un niño: Hermes. Ésta es una coincidencia que me impactó muchísimo: qué hace que alguien nazca al mismo tiempo que otro muere. Si lo miras bien, Lázaro es el personaje de la Biblia que resucita, hermano de Marta y María. Me parece una gran coincidencia que ese maratonista portugués del inicio del siglo XX, Francisco Lázaro, tenga el nombre de un personaje de la Biblia con esa historia de superación de la muerte.

MDP: En la novela, muchos de los nombres son simbólicos. Hermes, como Iris, es el mensajero entre los dioses y los hombres. Pero en Iris hay algo más: se trata de un personaje inocente (igual que Simão) capaz de ver al abuelo muerto y hablar con él.

JLP: Sí, son dos momentos donde se cruzan dimensiones no sólo de la vida y de la muerte, sino del texto mismo, de la verosimilitud, en términos de diálogo. Ella abandona su edad para tener una conversación de adulto.

MDP: Porque los niños no pueden hablar así.

JLP: Claro, eso mismo dice el abuelo cuando Iris habla con él. Le dice: «Aún no tienes ni tres años, no puedes hablar así. Ningún niño de tres años habla así», y ella responde: «Tú estás muerto. Deberías ser el primero en callarse respecto de lo que puedo y no puedo decir».

MDP: De hecho ¿tú crees que la voz de la conciencia de la novela la soportan los niños y sobre todo Iris en lugar de las personas adultas? Date cuenta de que Iris le reprocha a su abuelo: «Te moriste, estás muerto, pero tus errores permanecen».

JLP: Porque hasta ahí lo que encontramos son algunos reflejos de las cosas que ese narrador dice que no fueron muy buenas en su vida. Mientras él las narra, sin embargo, no encontramos la asunción de la culpa de esos hechos. Esos dos momentos con Iris son momentos de conciencia, sí. A lo mejor ni siquiera existen esas conversaciones. A lo mejor habla consigo mismo solamente por todos esos malos motivos. Que el lector imagine.

MDP: Creo que el abuelo la está viendo, pero se imagina la conversación que pudieran haber tenido si los muertos y los vivos tuvieran la posibilidad de tener un encuentro.

JLP: En realidad, están en el cementerio de pianos, donde, por tratarse de un lugar mágico y a la vez sagrado, ese tipo de cosas pueden ocurrir porque el tiempo se suspende.

MDP: Hay mucha vida en ese lugar, mucha esperanza.

JLP: Sí, porque el cementerio de pianos tiene idea de renovación. Esos pianos están muertos pero sirven para dar vida a otros pianos gracias a sus piezas de repuesto. Ellos son como una fuente de vida porque siguen viviendo en los otros pianos. Tiene algo que ver con la idea de la novela: cómo los personajes se continúan unos a otros.

MDP: Esa idea de renovación y fecundidad que hay en ese lugar mágico se complementa con la idea de infidelidad.

JLP: Sí, también, no solamente lo anterior. El cementerio es el único espacio en el que eso podría ocurrir, donde los personajes podrían amarse unos a otros, ser infieles a los demás, por amor, y seguir viviendo.