domingo, 4 de enero de 2009

Entrevista a Dag Solstad: "Es terrible, pero no hay camino de vuelta"

Para quien no lo sepa, Dag Solstad es uno de los más innovadores autores noruegos del pasado siglo XX. Entró en la escena literaria en 1965 con Spiraler, una colección de historias cortas, que exploran cuestiones como identidad y alienación. Sus primeros trabajos fueron especialmente controvertidos, debido a su énfasis político (más cerca del enfoque marxista-leninista). Ha escrito numerosas novelas, cuentos, obras de teatro y artículos, además de cinco libros sobre la Copa Mundial de Fútbol (entre los años 1982-1998). Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio de la Crítica Literaria de Noruega en tres ocasiones. Actualmente vive entre Oslo y Berlín. Con motivo de la publicación de su primera obra en España, Pudor y dignidad (2007), tuve la suerte de entrevistarlo hace tiempo en la editorial Lengua de Trapo -una entrevista que duró cerca de dos horas-, publicada en una versión mucho más breve en la página de Ámbito Cultural, pero que hoy os quiero mostrar al completo.

Mateo de Paz: Pudor y dignidad es su primera obra que se traduce al español, una novela que lo descubre en nuestra lengua. ¿Le ha extrañado su buena acogida en España?

Dag Solstad: La verdad es que no me ha sorprendido porque nunca me hago expectativas de una obra que publico. No pienso en si va a tener buena o mala recepción, aunque, por supuesto, si es bien recibida me alegro muchísimo.

MDP: Es una lengua nueva para usted...

DS: No lo es tanto. Me emociona haber sido traducido al español, a la lengua de Cervantes, porque tenía un hermano casado en España con una valenciana. Al morir él, sus hijos se quedaron sin saber noruego. Yo no sé español por lo que ésta es la única forma que tengo para comunicarme con ellos. Ahora por fin van a poder leer a su tío Solstad en castellano. Por otro lado, mi hija sale con un chico de Costa Rica. También me hace ilusión que la familia de su novio pueda leer mis libros. Que le lean a uno en otras lenguas me parece importante. Al menos a mí.

MDP: Que se le haya traducido al español está muy bien porque aquí se conoce muy poca literatura noruega. No obstante hay varios nombres que han comenzado a destacarse en librerías y catálogos de editoriales: Kjell Askildsen, Kjartan Fløgstad, Eric Fosnes Hansen, Karin Fosum, Linn Ullmann, Lars Saabye Christensen... De todos ellos, ¿con cuál se queda?

DS: Con todos ellos, pero con Kjell Askildsen sobre todo porque es un escritor mayor que yo, un amigo cercano y un maestro. Su escritura merece un respeto. Ha sido un autor al que le ha costado salir, incluso después de muchos años dedicado a la escritura. Hasta 1966 Askildsen era un total desconocido en Noruega. Era el escritor de los escritores. Se trataba del tipo de autor culto al que solamente lo leen quienes escriben. Sin embargo, cuando cumplió 60 años, la Editorial Oktober (que es la nuestra) hizo un homenaje en su honor, invitando a grandes personalidades y a escritores que lo admiraban. En ese momento Askildsen se dio a conocer al gran público y subió como la espuma. Curiosamente, yo fui el encargado del discurso de la editorial. A partir de entonces (de la fiesta, no de mi discurso), Askildsen se dio a conocer no sólo en Noruega sino también en el extranjero. Kjell Askildsen es uno de los grandes autores noruegos vivos y un icono para mi generación.

MDP: Y ¿cuál es su generación?

DS: Yo pertenezco a la misma generación que Kjartan Fløgstad. Pero de alguna manera somos rivales, aunque seamos amigos. En Noruega siempre estamos echándonos el ojo el uno al otro porque publicamos casi al mismo tiempo y ambos disfrutamos de una amistad muy competitiva. Es una rivalidad amistosa, repito. Entre nosotros jamás ha habido una palabra más alta que la otra. Son nuestras novelas las que hablan. Recuerdo que una vez escribí un artículo en el que hablaba de mi escritura. Cuando escribo un libro con el que no estoy satisfecho -decía en el artículo- siempre pienso en Kjartan, en lo maravillosamente bien que escribe, y me digo: «Tienes que hacerlo mejor, Dag, esforzarte más, porque Kjartan ha escrito una gran novela y así nunca llegarás a nada» (risas).

MDP: Entonces, a estas alturas, ¿debemos empezar a aleccionar al lector español sobre literatura y arte noruegos y decirle que Henrik Ibsen y Edvard Munch no son los únicos?

DS: Por supuesto. ¿Te encargarás tú de hacerlo por mí? Es curioso, pero hay una cosa de tu pregunta que me interesa mucho. En ella has mencionado a Ibsen y a Munch. La verdad es que me ha llamado la atención que no hayas mencionado a Hamsun, el autor de Hambre. En Noruega existe desde hace tiempo una polémica, desde hace décadas, sobre cuál de los dos Nobel es más importante para las letras noruegas, si Hamsun o Ibsen. Y no sé si has dejado de mencionar a Hamsun por algo en concreto o simplemente lo desconocías.

MDP: No, no había ninguna intención. Simplemente he dado ese nombre porque creo que Ibsen es más conocido en España que Hamsun. Aunque Hamsun también sea importante. Las representaciones de Ibsen están ahí, en los teatros. Es un dramaturgo que nunca pasa de moda.

DS: Es curioso, porque para la generación anterior a la mía Hamsun fue muchísimo más importante que Ibsen.

(Fotografía: el autor en la editorial Lengua de Trapo.)

MDP: Este caso de los olvidos, con o sin intención, también sucede en España. En el extranjero, el Nobel español más conocido es Juan Ramón Jiménez. Luego están Vicente Aleixandre y Cela, pero es Juan Ramón, sin duda, el más universal. De quienes realmente se ha olvidado el público han sido Echegaray y Benavente. ¿Los conocía? Ahora de ellos no se sabe casi nada. Nadie se acuerda.

DS: Sí, me interesa mucho esta cuestión porque sigo el debate noruego sobre Hamsun. Él apoyó a la ocupación nazi en Noruega. Esto inició una disputa sobre Hamsun, si perdurará o no perdurará con el paso de los años. Allí nos hacemos la siguiente pregunta: «¿Debemos los noruegos ayudarle a perdurar, o no?» Se trata, como oyes, de un problema nacional. El propio Hamsun le quitaba hierro al asunto diciendo: «¡Bah, pero si de todos modos dentro de cien años esto se habrá olvidado!» Me gusta utilizar esta frase de Hamsun, y peguntarme si, en efecto, se seguirá leyendo Hambre dentro de un siglo, pero sobre todo si dentro de ese tiempo se seguirá hablando del nazismo de Hamsun. Mi interés en tu pregunta era por el desinterés que hay en la obra de Hamsun en España y si este desinterés es debido a su nazismo o precisamente a que ha sido uno de los pocos autores noruegos que dejó pasar el fascismo en España durante los años de la dictadura.

MDP: Sí, tal vez sí tenga cierta relación política más que literaria. A Günter Gras, por ejemplo, la publicación de su polémico Pelando la cebolla, su libro de memorias, donde dice haber pertenecido a la SS, le ha pasado factura. Ahora sus libros se venden y se leen menos. Un caso anecdótico es el de su poesía, Payaso de agosto, si la comparamos con la de Raymond Carver, ambas publicadas en la misma editorial (Bartleby), ha cosechado muchísimo más éxito Carver que Grass, siendo este último Premio Nobel. En España se pasa factura política a los escritores de alguna manera vinculados al fascismo. Pienso en Cela, por ejemplo.

DS: Pero ¿la factura de Cela es por sus ideas políticas o por ser tan jodidamente arrogante?

MDP: Supongo que las dos cosas han intervenido en los lectores.
Volviendo a la novela: Elias Rukla, el protagonista de Pudor y dignidad, desde el Instituto de Enseñanza Media de Fagerborg analiza el programa de literatura actual y se da cuenta de que no está bien estructurado. Rukla piensa que los cuatro autores clásicos más importantes son Ibsen, Bjørnson, Kiellan, Garborg, frente a los que se ha considerado durante los últimos cien años: Ibsen, Bjørnson, Kiellan y Lie. Pasado el tiempo, sus favoritos siguen siendo Ibsen, Hamsun, Besas y Mykle. ¿Piensa que la historiografía literaria y los planes de estudios están mal organizados en Noruega?

DS: Bueno, no sé qué decirte. Hace poco hubo unas reformas en la enseñanza noruega y a Ibsen -por primera vez- lo sacaron del programa. Fue un escándalo. Los responsables de una revista noruega muy conocida me llamaron inmediatamente por teléfono. Querían saber mi opinión. La verdad es que me enfadé muchísimo, porque impedir que los estudiantes de Secundaria en Noruega estudien a Ibsen, uno de los autores más importantes, si no el más importante, me parecía un error. Mis palabras tuvieron una repercusión nacional tan grande que desde entonces me pienso mucho las cosas antes de dar mi opinión sobre el programa de enseñanza noruego. Supongo que ellos tendrían sus razones para hacerlo. En realidad, lo que se busca con este programa es que sea menos fijo, más libre.

MDP: ¿Entonces ahora le parece correcto?

DS: No, no digo que esté bien, sino que yo debo ser cuidadoso con mis palabras porque la enseñanza de la juventud es una cuestión complicada y difícil. De lo que estoy completamente convencido es que a Ibsen ha y que leerlo seas o no seas noruego. Lo que no se puede hacer es impedir a unos jóvenes, ya de por sí reacios a la lectura de literatura contemporánea, que lean a uno de los autores más importantes e influyentes de los últimos doscientos años.

MDP: ¿Y Elias Rukla? ¿Qué piensa él del programa noruego?

(Fotografía: el autor visto por Tom Martinsen.)

DS: ¿Elias Rukla? Yo he intentado crear un personaje diferente a mí mismo. Ayer decía en la embajada noruega, en la presentación que hizo Jesús Ferrero del libro, que no quería escribir sobre mí mismo. Siempre intento crear personajes que no tengan nada conmigo. Así que esta pregunta que se hace Rukla consigo mismo sobre a quién dejar o quitar del programa es una manera de demostrar que el lector está ante una persona seria, concienzuda y convencida, y que los cuatro grandes siempre seguirán siendo los cuatro grandes. Aunque él hubiera elaborado otra lista distinta a la elaborada por el programa de la Administración. Sin embargo, con la distancia (han pasado casi quince años desde que publiqué esta obra) observo como lector de Pudor y dignidad que la lista de Elias Rukla se parece bastante a la mía (risas).

MDP: Esta pregunta tiene mucho que ver con la anterior, porque me ha sorprendido mucho que hayan quitado a Ibsen de los planes de estudio. Según me cuenta ya han quitado a Ibsen por lo que mi pregunta no tiene sentido. Era esta: en los tres grupos de escritores clásicos anteriores siempre figura Henrik Ibsen... Entonces ¿qué representa el dramaturgo para la sociedad noruega? ¿Ha llegado a representarla tan bien, a dramatizar sus acciones y emociones, su pathos, que es tan difícil para ellos «matar al padre»?

DS: ¿Hablas de parricidio? No, no. Dudo mucho que en Noruega se practiquen estas cosas. Somos una sociedad muy seria… El año pasado fue el homenaje por los cien años de la muerte de Ibsen. Ha sido un año demoledoramente Ibsen, en el que se han invertido grandes sumas de dinero por parte de las instituciones. Se trataba de decirle al mundo que Henrik Ibsen es el icono de Noruega. «La joya de la corona», como dicen los ingleses. En Dinamarca el año anterior se había celebrado el segundo centenario del nacimiento de Hans Christian Andersen; en España haríais algo con Cervantes, y así sucesivamente. Todos los países tratan de vender sus imágenes, a sus artistas y aquello que los diferencia de los demás. Lo que quiero decir es que las instituciones noruegas, aunque se haya eliminado a Ibsen del programa de estudios, apuestan por él como producto de mercado. Lo que ocurre en el colegio tiene que ver con una cosa distinta al parricidio, con eso que yo he llamado «pedagogía ultramoderna». Se trata de dar a los alumnos lo que los alumnos quieren, buscar en el alumno lo que él está buscando. Esta pedagogía se dedica más que a leer textos clásicos a analizar letras de canciones de rock & roll. Y esto no es nada bueno para ellos porque hace que los niños no consigan desarrollar su sentido estético y tampoco su capacidad de reflexión.

MDP: Esto que me cuenta se aprecia en la novela: los niños entran en la clase con el walkman encendido, no atienden a Elias Rukla, no entienden a Ibsen, y lo que diga el profesor les importa un comino.

DS: Me alegro de que se aprecie en la novela.

(Imagen: Dag Solstad tresnitt, 74x120 cm, por Tom Gundersen.)

MDP: El profesor Rukla se transforma en un «salvaje» precisamente después de comentar durante años en clase El pato salvaje de Ibsen, destrozando su paraguas contra el suelo un día de lluvia e insultando a una de sus alumnas. En mi lectura, al llegar a este punto pensé inmediatamente en «El grito» de Munch. Luego ya avanzada la novela me di cuenta de que efectivamente ese extraño personaje del principio que es Rukla tiene los rasgos de los cuadros del artista: soledad, angustia...

DS: Sí, sí, estoy de acuerdo contigo. Hay una relación bastante clara entre el pintor y mi obra. Munch está siempre ahí. Lo has visto muy bien. Te voy a contar una anécdota: Ibsen era un gran admirador de Munch. Cuando este último, a finales del XIX, hizo una exposición en Oslo, Ibsen lo buscó para que se la enseñara personalmente y hablar de los cuadros. Parece ser que Ibsen estaba trabajando en una obra teatral sobre la obra artística de Munch, porque su última obra de teatro, Cuando nosotros los muertos nos despertamos, trataba sobre algunas ideas que Munch había trabajado en su obra. Munch debió de asistir a la representación y escribió inmediatamente a Ibsen, sorprendido de que la obra del dramaturgo estuviese inspirada en la suya propia. El caso más llamativo fue el cuadro «Celos» que Ibsen utilizó en el decorado de la representación. Muchos años después, ya en la actualidad, la compañía aérea más importante de Noruega decidió apostar por la cultura y entonces tradujo algunos clásicos escandinavos. Uno de los números fue sobre Ibsen y me pidieron escribir el epílogo. La idea estaba muy bien, pero esta «apuesta por la cultura» quedó reservada solamente para la primera clase. De alguna manera, yo daba vueltas en el epílogo a la pregunta sobre cuál de ellos, es decir, cuál de los personajes de Cuando nosotros los muertos nos despertamos tiene celos, quién de ellos está pensando en los celos de los que hablaba Munch en su cuadro y que vio tan magistralmente en la obra de Ibsen. Los celos, la envidia, todo estaba ahí, relacionándose entre Ibsen y Munch, y ahora mi obra. Se me olvidaba decir que para pensar en aquella obra de Ibsen también hay que pensar en el personaje de la obra, Arnold Rubek, el artista inseguro y escultor que tenía celos de Munch.

MDP: Lo preguntaba porque hay algo de desesperación y «grito» en Elias Rukla y su escena del paraguas. ¿Es tan asfixiante la sociedad noruega como para que no se perdone a sí mismo una salida de tono así, tan salvaje y tan humana al mismo tiempo?

DS: La caída de Elias Rukla es una caída personal y no social. Si fuera un derrumbamiento social (en el sentido de que ha hecho algo y se le va a criticar por ello) probablemente se le perdonaría. Insisto, se trata de una caída total de la imagen que tiene Elias de sí mismo y de la idea que tiene de su persona. Que Elias no pueda perdonarse es necesario para que la novela funcione. Si se perdonara al día siguiente, entonces la novela no tendría sentido, no se estaría hablando de una verdadera caída, sino de un problema sin importancia, de algo que se soluciona con una copa o un cigarrillo.
Por otro lado, me gustaría responder a tu segunda pregunta: ¿Es Noruega una sociedad asfixiante? Bueno, en todas las partes se pierden los papeles. Curiosamente, en los últimos años los máximos ataques de locura que han sucedido en Noruega han sido los provocados por los inmigrantes y sucedidos a inmigrantes. Quizá el término no sea preciso porque en Noruega no hay inmigrantes realmente, sino refugiados, es decir, personas que vienen de guerras… Al venir ellos mismos con sus propias tragedias deben resolver antes todo aquello y, claro, es muy difícil mantener la calma en una sociedad como la nuestra si no estás acostumbrado a vivir allí y encima llegas ya con tu carga de problemas verdaderamente trágicos. Pero insisto: todos perdemos los papeles, no solamente los inmigrantes o refugiados. No obstante, sigo pensando en la razón de tu pregunta. Me sorprende viniendo de un español. Después de pasar aquí unos días he observado que en España se grita mucho. ¿Aquí es normal esta pérdida de papeles? ¿Uno pega cuatro gritos y cuatro portazos y ya está, se queda tan a gusto? En Noruega esto no se hace. Por eso digo que la de Rukla es más bien una caída personal, y no social como tú dices. Noruega ya ha evolucionado en estas cosas lo suficiente como para que un comportamiento de este tipo tenga cabida en nuestra sociedad. El comportarse así no le convierte en un descastado. Sí es cierto que hace doscientos años la sociedad no aceptaba la pérdida de papeles a la salida de la iglesia. La sensibilidad y los fundamentos de los sentimientos personales evolucionan más lentamente que la sociedad y a lo mejor todavía queda en un noruego algo de aquello. En el interior de Rukla acaso quede algo del viejo campesino noruego y por eso no se perdone. No lo sé.

MDP: Para Rukla, veinticinco años enseñando a Ibsen en el Instituto de Enseñanza Media de Fagerborg son muchos años, pero más tiempo me parece a mí llevar veinticinco años sin entender a Relling, el personaje de El pato salvaje. Un día Rukla se da cuenta de que la función de este personaje es la de proclamar «verdades elementales y sin adornos» sobre los demás. Una de sus frases me parece demoledora: «Si quita usted la mentira vital a un hombre corriente, le quita al mismo tiempo la felicidad». ¿Para Rukla la felicidad es mentirse a sí mismo durante veinticinco años?

DS: No, Rukla no piensa en que la felicidad sea «mentirse a sí mismo». Y tampoco es que haya tardado un cuarto de siglo en entender El pato salvaje, sino que después de un cuarto de siglo explicando El pato salvaje se da cuenta de que lleva veinticinco años explicando la manera como se interpreta oficialmente en Noruega la obra de Ibsen. La explicación tradicional de la obra es que el Doctor Relling está ahí como portavoz de Ibsen porque al final necesita un doctor para decir que la niña (Eduvigis) se ha suicidado y que su muerte no ha sido un accidente como todos piensan. Rukla lo ha entendido a lo largo de esos veinticinco años, pero lo que hace que ese día sea tan especial para él es que de pronto descubre algo nuevo no sólo para sí mismo sino para todo el país: algo que no se había descubierto antes. Se trata, en efecto, de una revelación. Relling no es el portavoz de Ibsen, sino el anticronista, el enemigo de todos. Las réplicas de Relling son destructivas, una especie de cuña que se mete entre los dedos. Es el Pepito Grillo de la obra pero también de Ibsen. Y Rukla es un personaje reflexivo que trata de pensar mucho las cosas. Es un gran descubrimiento el que hace.

MDP: Me interesa mucho el narrador de la novela, quién cuenta la historia, y su relación con el doctor Relling. ¿Es el doctor Relling para el drama de Ibsen lo que el narrador es para Pudor y dignidad?

DS: No, no, nada más lejos. Relling no es el narrador de la obra de Ibsen, sino que el narrador de El pato salvaje, por extraño que parezca, es el propio Ibsen. Relling, como todos los demás personajes, es narrado por el dramaturgo. Repito: su función oficial es determinar que la causa de la muerte de Eduvigis es un suicidio y no un accidente. La otra, la no oficial, es la de ser un anticronista. Todas las frases de Relling son destructivas. Nunca tiene una idea positiva de las cosas. Es una persona amargada. Por otro lado, en Pudor y dignidad el narrador soy yo, el escritor, igual que en El pato salvaje el narrador es Ibsen. Rukla es narrado por mí como Relling es narrado por Ibsen.

MDP: Pero habrá diferencias entre el autor, el escritor y el narrador.

(Imagen: Portada del libro Genanse og verdighet, en la prestigiosa editorial Oktober.)

DS: En efecto, se trata de una voz que me invento yo, pero que se parece mucho a mí. Me gusta y me incomoda tu pregunta porque el narrador es una de las cuestiones que más me interesan y me preocupan al mismo tiempo. Antes de ponerme a escribir siempre me pregunto sobre el punto de vista que voy a escoger: narrar en tercera persona o en primera, hablar desde un «yo» o desde un «él». La novela cambia muchísimo al utilizar un punto de vista u otro, cambia la obra. Para mí por lo menos, narrar desde un «yo» es más restrictivo porque no puedes pasar a los «ellos» y «ellas» tan fácilmente. No es como con «él». El narrador de Pudor y dignidad, es decir, yo, no hace reflexiones propias. Nunca hace reflexiones que el propio Rukla no se haría. Todas las ideas son de Rukla, aunque seamos «esa voz que me invento» o «yo mismo» quienes narremos a Elias Rukla.

MDP: En la universidad Elias Rukla conoce a Johan Corneliussen. Su amistad parece fundada en la buena comunicación entre ambos, en ese enigma nunca resuelto entre ellos que hace mantener su relación. Pero entonces, ¿por qué razón están juntos? ¿Por qué razón Johan lo ha elegido a él y no a otro como amigo? Al final de la novela, al irse Corneliussen a Nueva York parece que ambos pierden esa característica que definía su amistad: la comunicación. De hecho, Elia Rukla deja de comunicarse con los demás, se aísla.

DS: No sé. Respecto a esto que dices de que Rukla pierde a su amigo y, por lo tanto, la comunicación con los demás, debo decirte que tampoco hay que descartar que Rukla tenga más amigos. El hecho de que no sean mencionados explícitamente en el libro no significa que no existan. En una novela no sólo es importante lo que aparece, sino que también lo que no está de manera explícita en la obra. Yo creo que la amistad entre Rukla y Corneliussen se mantiene incluso después de que Johan se casara con la indescriptiblemente bella Eva Linde. Incluso a pesar de que Corneliussen siga estudiando y Rukla haya entrado ya en el mercado laboral ambos quedan para salir a divertirse o hablar de filosofía y política. Rukla se queda hasta altas horas de la madrugada hablando con Corneliussen mientras Eva hace que duerme. La amistad es duradera, casi te diría que eterna porque Elias pasa de ser el amigo de Johan a ser el amigo de la familia. Eva es introducida en su amistad, entre los dos, de tal manera que terminan formando una especie de triángulo del deseo. Esto permitirá que Rukla ocupe el lugar de Corneliussen sin problemas. Además, el amor de Elias por Eva ya estaba allí de todas formas. Todo el tiempo estuvo allí metido, esperando.
Sin embargo, respecto a esto que dices del enigma... Una amistad puede surgir por motivos diferentes. La amistad entre Rukla y Corneliussen tiene mucho que ver con la relación entre admirador y admirado. No se trata, en efecto, de una amistad entre iguales, sino que es una amistad en la que hay cierto desnivel. ¿Es esto importante para el funcionamiento de la novela? ¿Acaso no puede haber en el mundo una amistad con tal desnivel? Creo que en toda amistad existe un desnivel. Quizá, si todas las amistades estuviesen al mismo nivel, hubiese menos amistad, casi como en el amor, que siempre hay alguien que cede, siempre hay alguien que está por debajo o por encima del otro. Creo que esta diferencia está clara para todo el mundo.

MDP: Al final, después de todas las promesas y probabilidades, el alumno aventajado Johan Corneliusen, quien parece que va a dedicar su vida a la universidad y, sobre todo, a Kant, se acerca al marxismo tanto que es capturado por él. Él mismo dice que el marxismo es necesario para comprender el capitalismo. Se pone al lado del capitalismo porque el marxismo como tal lleva inherente un moralismo, de carácter educador, que entra en conflicto con el poder emplear ese moralismo. Según el narrador, el capitalismo es el único capaz de sacar adelante todos los sueños de las personas, y por esto inicia una vida en Nueva York al lado de la publicidad. ¿Se puede seguir siendo capitalista sin renunciar al marxismo?

DS: No sé muy bien si se puede seguir siendo marxista si eres capitalista, de lo que sí estoy seguro es de que pueden ponerse los conocimientos del marxismo al servicio del capitalismo. Esta idea surgió en torno al año noventa, tras la caída del muro de Berlín, exactamente tres años antes de que Pudor y dignidad apareciera en Noruega. Muchos intelectuales y profesionales de la izquierda empezaron a trabajar para grandes empresas, es decir, para el mundo financiero y el capitalismo. En el caso de Corneliussen, la relación es un poco especial, pues se trata de un hombre con mucho talento y con grandes expectativas, es decir, con un futuro brillante. Todo el mundo piensa que en cuanto termine la tesis sobre Kant será Catedrático al cabo de unas pocas horas, ¿no? Quizá lo que realmente le pasa a Corneliussen es que sufre una gran decepción con su situación vital y familiar, o sea, de alguna manera rechaza la beca que le ofrecen para irse a Heidelberg, algo que le permitiría seguir por el camino de la universidad, lo que todos esperan de él. Pero Corneliussen pierde la fe en su futuro de filósofo crítico, deja de creer en «su papel». Aunque ya estaba tejiéndose el futuro lejos de Noruega, todo nace cuando se va al congreso de México y conoce a gente que ha visto el filón que puede suponer el tipo de conocimientos que tienen ellos para el mundo de los negocios. Él ofrece sus servicios como conocedor del marxismo a las grandes empresas. En un momento además en que las grandes compañías internacionales se dan cuenta de lo beneficioso que puede ser esto para todos, es decir, lo beneficioso que puede ser para su propio interés conocer los fundamentos del marxismo y de la izquierda.

MDP: Una palabra que tiene mucho sentido para entender Pudor y dignidad es fascinación. La sienten los pobres que son atraídos desde los pueblos hacia la gran ciudad gracias a la publicidad y la televisión. Precisamente Rukla se siente atraído por Eva a través de la seducción de su belleza, de sus encantos femeninos, etc. Pero luego, cuando ya descubre lo que era esa fascinación inicial, cuando la desnuda, todo se viene abajo: su vida se hunde poco a poco. La novela termina con una verdad demoledora: «Es terrible, pero no hay camino de vuelta». ¿No le parece un poco pesimista terminar así la novela?

DS: Perdona que antes retome una pregunta anterior sobre el enigma que ha quedado sin responder. La fascinación de Corneliussen por Eva Linde se desmorona en el momento en que descubre que ella le ama. Entonces deja de ser interesante para él porque ya no hay enigma. Que una mujer indescriptiblemente bella esté casada con él no significa nada. A la larga todo se pierde, todo llega a ser aburrido, la vejez, el paso del tiempo, la rutina, etc. El que nunca deja de estar fascinado por Eva es Rukla. Ni siquiera al final, porque Rukla nunca llega a tener la certeza de que Eva le ame, incluso a pesar de que ella haya ensanchado demasiado sus caderas y ya no sea aquella jovencita indescriptiblemente bella a la que todos miraban y piropeaban en la nieve. Es como si a él le quedara esa duda, y calla siempre, nunca protesta por nada. Cuando ella se enfada Rukla siente la duda del enigma, después de casi veinticinco años de casados. Para él siempre es importante tener esa duda, ese enigma, porque nunca sabe ni si la tiene ni dónde la tiene.
Pero vuelvo a esta frase: «Es terrible, pero no hay camino de vuelta». Insisto una vez más: socialmente sí hay camino de vuelta, no individualmente. Rukla sólo debería regresar el día siguiente al instituto, pedirle perdón al director, decirle «me derrumbé», «tuve un mal día», etc., y arreglarlo todo con la alumna a la que insulta, con sus padres… Lo que es irreversible, sin embargo, es la caída personal, interior, de Elias Rukla. Y lo que es más terrible son las consecuencias que él piensa que puede tener esta caída personal, existencial e irreversible. Por eso no hay camino de vuelta.